La Biblia dice en primera de Juan capĂtulo 2 versĂculo 1 lo siguiente:
Hijitos mĂos, estas cosas os escribo para que no pequĂ©is; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Fallarle a Dios, es pecar contra Él; fallarle a Dios, es desobedecerle; fallarle a Dios, es olvidar su Palabra.
Le fallamos a Dios cuando abandonamos la oraciĂłn, le fallamos a Dios cuando hacemos las cosas a nuestra manera sin contar con su voluntad, le fallamos a Dios cuando hacemos aquello que Él nos dijo que no hiciĂ©ramos, le fallamos a Dios cuando permitimos que cualquier cosa le robe su lugar en nuestras vidas, y le fallamos a Dios cuando su Palabra deja de ser para nosotros quien nos guĂe y nos oriente en todo. Y aunque fallarle a Dios nos genere tristeza, aflicciĂłn, dolor y frustraciĂłn, el versĂculo que acabamos de leer contiene lo que necesitamos saber cuando le hemos fallado a Dios.
Lo primero que dice este versĂculo de la Biblia es:
Hijitos mĂos, estas cosas os escribo para que no pequĂ©is.
La Palabra de Dios nos es dada para que conozcamos la voluntad de Dios y al hacerla, no pequemos.
La intenciĂłn de Dios al inspirar este versĂculo, es que no pequemos; y su voluntad es que cada dĂa prosigamos a un estilo de vida donde le honremos viviendo plenamente alejados de todo pecado.
No pecar, debe ser el objetivo de todo hijo de Dios; y aunque claro está que no llegaremos a ser perfectos sino hasta el dĂa que Dios lo ha señalado, esto es bueno para nosotros, ya que nos da motivos para avanzar sin pensar nunca que ya lo hemos alcanzado.
No debemos pensar acerca del pecado como algo inevitable, ya que, para evitarlo, tenemos claras y suficientes instrucciones en la Palabra de Dios.
Nuestro corazón debe estar en contra de todo pecado y su práctica.
Dios no quiere que pequemos, sino que disfrutemos de plena comunión con Él y que siempre mantengamos el gozo que ello trae consigo, ya que el pecado siempre echa perderlo todo.
Debemos ser precavidos con el pecado, ya que continuamente está buscando ser quien reine en nuestro corazón.
En este punto, vale la pena hacer la siguiente aclaraciĂłn:
Una cosa son actos sueltos y esporádicos de pecados, y otra muy diferente es una práctica continua y un estado de pecado que mancha de corrupción todo el comportamiento de alguien.
La Biblia también habla de un hijo de Dios como alguien que no ama al pecado, por el contrario, lo ve con horror, no juega con él, y lo mira como una serpiente venenosa la cual debe evitarse a toda costa.
Un verdadero hijo de Dios, ve el pecado como aquel veneno que una vez le causĂł la muerte, de la cual el mismo Dios le librĂł.
Es claro, la voluntad de Dios es que no pequemos, pero el texto bĂblico tambiĂ©n se escribe por si alguno hubiere cometido pecado.
Dios no quiere que le fallamos, pero a la vez, el mismo, sabiendo que muchas veces somos y seremos atraĂdos por nuestra naturaleza humana, por los engaños del pecado y por la corriente de este mundo, pecaremos. Él mismo, a su vez, nos ha puesto lo necesario para que no temamos acercarnos a Él
El texto dice, que, si alguno peca por haberse descuidado, por haberse dejado engañar, por ceder, porque nos dejamos atraer y seducir, debemos saber que Dios no nos deja sin solución en caso de que le fallamos o pequemos.
Dice el texto, pero si alguno hubiere pecado, hablando de esos pecados ocasionales que nos dejan dolor y frustraciĂłn por haberle fallado a Dios.
Pero si alguno hubiere pecado, se encuentra en este versĂculo como una suposiciĂłn, como si fuera algo de lo que debiĂ©ramos de asombrarnos luego de haber recibido tanto amor, misericordia y bondad de Dios quien nos rescatĂł.
Lo normal en nosotros como hijos de Dios, es que no exista la más mĂnima intenciĂłn en nuestro corazĂłn de fallarle a un Dios que nos ha dado tanto y que ha hecho tanto por nosotros.
Dios te dice: hijo, no quiero que me falles, pero si me fallas, no quiero que desconfĂes porque abogado tienes para que defienda tu causa.
En el resto del texto dice, que abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el justo por si alguno peca bajo cualquier ocasiĂłn y bajo cualquier situaciĂłn.
Dios condena todo pecado, pero también nos da la oportunidad de levantarnos y restaurarnos.
Jesucristo es nuestra provisión, Él es nuestro abogado.
Cuando pecamos y llegamos silenciosamente a Dios en oraciĂłn, redargĂĽidos y avergonzados y sintiendo que no somos dignos de ser llamados hijos de Dios, en medio de todo esto tenemos un abogado que defiende nuestra causa.
Cristo, Él intercede por mà con su justicia.
Pudiste perder la batalla cuando enfrentaste la tentación, pero no podrás perderla cuando eres llamado a confiar y a depender del abogado que tenemos para con el Padre.
Recuerda, que la manera de ponerle punto final a la culpabilidad del pecado, es sólo a través de la confianza en Cristo.
Cristo nuestro abogado, toma nuestras faltas y nos defiende para librarnos de cualquier culpa y condenaciĂłn.
Cristo nuestro abogado, nos proporciona defensa de nuestro acusador.
Dios mismo fue quien nos puso delante de Él el abogado que tenemos y se percató de que fuera el mejor y el necesario. No fue una iniciativa tuya, fue de Dios y por esta razón nuestro abogado es confiable.
Nuestro abogado para con el Padre es plenamente capaz de defender a cada uno; Él es JesĂşs El Salvador, el Cristo, el MesĂas, el Ungido de Dios.
Cristo es el amigo con quién contamos en el juicio, Él es escuchado por el Rey y Juez, y aunque nuestro caso no sea fácil, nuestro abogado no pierde caso alguno.
Cuando Cristo se presenta ante el Padre como nuestro abogado, no es para decir algo bueno acerca de nosotros, sino para decir y presentarse Él mismo a favor nuestro. Él no tratará de justificar lo malo que hiciste, ya que no se trata de que nos justifiquemos en nuestro error, sino de que seamos perdonados para seguir adelante.
Si Cristo está de nuestra parte, toda acusación en contra de nosotros es vana.
La Biblia “NO” dice, que si alguien peca ha perdido a su intercesor; por el contrario, en todo tiempo tenemos a un abogado para con el Padre.
La falta y el pecado que has cometido, no hace que Cristo pierda el interés en tu caso; Él siempre está allà para decirte, que, si te duele haber pecado, te entristece haberle fallado, Él está aquà para nuestra defensa y perdón, para que asà no desmayes y quedes postrado en el camino, si no para que sigas y avances.
Jesucristo es nuestro abogado escogido por Dios; por lo tanto, está autorizado, está calificado, las palabras que usa son las adecuadas y certeras, su método es infalible y sus resultados siempre aprobados.
Es Jesucristo el justo, y si es justo, mi causa es buena y la ha aceptado como propia. Él mismo se declara mi sustituto y pone su obediencia favor mĂo.
Ahora bien, las verdades que hemos escuchado no nos dan licencia para pecar; si no, por el contrario, nos invitan a no pecar en lo absoluto; y si has pecado y le has fallado a Dios, confiĂ©salo y apártate de ello y confĂa en tu abogado Jesucristo el justo, quien no fracasará en defender tu causa.
Dios y Padre, te damos gracias en esta hora porque nos permite es acercarnos a ti.
Confesamos todo pecado Señor que hayamos cometido en tu presencia. Levantarnos y limpiarnos, porque abogado tenemos para con el Padre Jesucristo el justo dice tu Palabra.
Él tomará mi causa, me defiende, y aunque sea muy duro o muy penetrante el pecado, Él es poderoso para levantarme limpiarme y restaurarme.
No hay causa que Él no pueda defender, no hay caso que Él pueda perder, todos los gana y conmigo no será la excepción.
Ganará mi caso y me sacará como inocente, limpio y perdonado.
Gracias amado Padre, en el nombre de Cristo Jesús. Amén.